Él se ha conectado. Abres su ventana de conversación, sonríes al ver su
foto de perfil en pequeñito al lado de la barra de tareas. La abres, y
la minimizas. No la quitas del todo, la dejas ahí, a la espera de ver
ese circulo verde con un 1 en medio, señal de que esa persona te ha
hablado. Esperas. Cambias tu estado, tu tablón lo actualizas cada 2
minutos, te etiquetas en 5 fotos, te unes a 10 páginas y empiezas a
ponerle comentarios a todos sin razón, simplemente para que, cuando él
le de a actualizar, te vea, vea que estás conectada.Sus visitas suben
como la espuma, está claro que estás la primera. Continúas con estos
cambios, abandonando a los demás que sí que tienen tiempo para hablarte.
Cierras su ventana, indignada. Pero bajas la lista del chat hasta su
nombre, observando si sigue ahí. Hasta que no puedes más y la vuelves a
abrir, a la espera de si eso consigue algo. Nada. Los demás siguen
hablando, impacientes. No respondes, no tienes ganas. Sólo lo esperas a
él.Son la 1 de la mañana, estás cansada, mañana madrugas, pero no te
vas, porque él sigue conectado, y aún tienes la triste esperanza de que
te hable.Entonces se te ocurre la estúpida idea de que quizás se lo ha
dejado encendido y en realidad no está. Esa idea te acompaña el cuarto
de hora siguiente, con 4 estados, 15 tablones, 30 páginas y 25
comentarios nuevos. Esa idea es lo único que te mantiene despierta.Le
das a actualizar la página, él aparece el primero. Ha cambiado el
estado. Le ha comentado una zorra. Él ha respondido. Está. Está,
hablando con otra. Está, pero no para ti.